CONSOLACIONES
Escucha:
la lengua lo hace lo mejor que
puede.
Yo hablo
los perros gañen
y entre los árboles que vuelven a ser otros
zumban tardas abejas, imprecisas
como las voces
indistinguibles casi
en el cuarto de al lado.
Después
las consolaciones
del silencio.
Las noches transcurriendo, lentas.
He pasado sus páginas pesadas
una por una
humedeciéndome el índice
como mi abuelo hacía
deseando cerrar el libro del
dolor.
Las tardes huelen a quemado
las hojas ya se han desprendido
de la rama
pequeños rollos de papiro, y portan
viejos mensajes
año tras año.
Tócame:
he ahí otra lengua. Nuestros
pesares
casi son uno;
entre los dos los mecemos
como al niño que nos prestan por
un rato
y sostiene una mano de las tuyas
y una mía
apresurándonos de vuelta a casa
mientras las farolas
florecen ya
bajo el oscuro tallo
de la tarde.
Traducción de Abraham Gragera
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