Sabemos que no se nos permite usar tu nombre.
Sabemos que eres inefable
y débil, quebradiza, sospechosa
de pecados ocultos, como un niño.
Sabemos que no se te permite vivir ya
en la música, en un árbol al atardecer.
Sabemos, o por lo menos eso nos han dicho,
que no existes, de ningún modo, en ningún sitio.
Y sin embargo oímos aún tu voz
insistir, en un eco, una queja, en las cartas
que Antígona nos manda
desde el desierto griego.
UNA LLAMA
Concédenos, Señor, un largo invierno
y música serena, y una boca paciente,
y una pizca de orgullo, antes de que termine
nuestro tiempo.
Concédenos asombro
y una llama, alta, luminosa.
Adam Zagajewski
Traducción del inglés de Abraham Gragera
Me gusta esa lucha de Zagajewski por recuperar ciertos conceptos necesarios -el alma, lo sublime- que andan secuestados por el papanatismo de unos y el desinterés de otros. Recuperar la trascendencia sin perder pie. Por ahí andamos, creo.
ResponderEliminarAbrazos
Sí, aunque lo haga desde la perspectiva católica, y el catolicismo sea el primer responsable del secuestro del alma en nuestra cultura, me gusta cómo lo hace, sin afectación, con un equilibrio perfecto entre ironía y profundidad, ese equilibrio que los cursis suelen llamar, afectando lucidez, cursilería.
ResponderEliminarAbrazos.
Acabo de llegar -tarde- a tu blog. Pinta bien. Y las cosas: justo ayer colgué mi primera traducción de un poema francés en el mío. A ver si te mola. Un abrazo!
ResponderEliminarRescatar el alma...pues después de tantos años manipulada por un catolicismo atroz,tenemos que limpiarla y volver a darle luz.gracias Abraham.
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